domingo, 21 de febrero de 2010

Crónica de la Maratón de Sevilla

Mi crónica de la maratón comienza la noche anterior. La previsión del tiempo daba bajas temperaturas y posibilidad de precipitaciones. ¡Qué suerte oiga!, fíjate tú qué casualidad. Total, que tuve que preparar un un poco de todo, por si acaso. A las 23:30 me fuí a la cama sabiendo perfectamente que me iba a costar coger el sueño pensando en lo que me iba a esperar a la mañana siguiente y que el despertador sonaría antes de las 6 de la mañana. Así dicho, cualquiera pensaría que hay que ser un poco masoca para levantarse un domingo a esas horas para correr un maratón. Al despertar, preparamos las cosas y desayunamos antes de salir para casa de Juanma en Sevilla. Allí recogo mi dorsal y el chip, junto con las demás cosas que entregaron en la feria del corredor. Con estas nos vamos los cuatro, dos aspirantes a maratonianos y dos santas - no se me ocurre otro calificativo - que nos darán ánimos durante la carrera.

Una vez llegados a la zona del estadio mal llamado olímpico conseguimos no sin dicultad entrar en el reciento y encontrar aparcamiento. Con paso ligero me dirijo a una de las puertas de entrada y me despido de MC. Una vez dentro del tunel me sorprende la cantidad de gente que hay, sobre todo corredores, y lo bien que está organizado todo (roperos, servicios, etc). Como el tiempo estaba justo, me tengo que cambiar a lo loco, le cambio el agua al canario y entrego la bolsa en el ropero. Salgo para la línea de salida con un cosquilleo en el estómago...



Pistoletazo de salida. Salgo bastante detrás del globo de las 4 horas, pero me da igual. Tampoco se puede avanzar mucho, de hecho tengo que ir andando hasta prácticamante la boca de salida del túnel. De aquí en adelante mucha gente animando. Después de dar un rodeo por las inmediaciones del estadio, enfilamos una larga avenida en la que tengo oportunidad de ver a los corredores de cabeza que iban en dirección contraria como gacelas africanas. Así poco a poco van sucediendo los kilómetros. Entre tanto, mucha charla, risas jocosas por los comentarios de algunos corredores que tratan de animar la carrera, algún loco disfrazado de torero...y nuestras fans animando que aparecen sorpresivamente como el Guadiana. Antes de llegar al ecuador de la carrera tengo la ocasión de saludar a mi amigo Luis David, que está el pobrecillo recien levantado y pasando frío sólo por vernos pasar y darnos muchos ánimos. Sobre el 20 o así mi compi de carrera se separa de mí y me deja tirado como un perrillo. Ya te cogeré, jeje (en la próxima). Ya no nos encontramos hasta la salida del estadio.

Durante varios kilómetros voy sólo. Bueno, acompañado por corredores, pero es entre el 26 y 35 cuando coincido con otro corredor mayor que yo del que me hago compañero de charla. Es curioso lo que puede llegar a hacer el deporte. Según me dice va a un rirmo de 4 horas y este es su tercer maratón de Sevilla. En el km 35 decide ponerse a andar, así que nos despedimos y nos deseamos suerte. Yo sigo adelante con un ritmo bastante cansino. No podría decir a cuánto exactamente porque antes de salir ya tenía gastada la pila del sensor del pie. Pero bueno, como ya sé que queda "poco" me aniMo pensando que esto ya está hecho.

Llegando a Torneo, veo a mi amor y a Ana que me dan muchos ánimos y me hacen seguir incluso aumentando el ritmo hasta el final de la avenida.



No recuerdo qué kilómetro era pero ya debe quedar poco cuando entro en el Parque del Alamillo. Entonces noto que tengo el cuerpo muy frío. Allí me encuentro con un oásis inesperado en el km 40. Era un avituallamiento que yo no había previsto y que me sienta a gloria bendita. De aquí hasta el final 2 km y la propina. En este tramo tengo que andar un poco porque voy más bien reventadillo y el pie derecho casi no lo puedo flexionar prácticamente por culpa, a la postre lo supe, del chip. Justo encarando el tunel del entrada me encuentro otra vez con mis fans que me dan muchos ánimos y con otro tanto de gente que nos gritan "¡campeones, soís unos campeones!".



Se me ponen los bellos de punta y todo. Bajo el tunel y entro en el estadio. Recordé en esos momentos la imagen de los maratonianos en las olimpiadas cuando salen de la oscuridad y aparecen repentinamante en el estadio. ¡No veas que emoción!.



De aquí hasta el final, con una sonrisa en la cara, disfruto la gente que nos anima desde la grada, y entro en meta con el brazo en alto dedicándole este triunfo a mi padre y al resto de mi gente que me ha estado animando durante este tiempo. Otra señal más en el rifle. Ahora si que puedo decir, YA SOY MARATONIANO.

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