jueves, 12 de mayo de 2011

101 Km de Ronda: La Crónica

Pasados unos días desde mi participación en los 101 Km de Ronda, no quiero dejar pasar esta oportunidad de poder narrar esta experiencia antes de que empiecen a diluirse en el tiempo los recuerdos y las sensaciones vividas. Esta crónica va dedicada a mis compañeros de equipo que por circunstancias personales no pudieron acompañarnos así como toda la gente que en algún momento me ha animado a hacerlo una vez más.

Todo empezó hace unos meses cuando tuve conocimiento de que algunos compañeros del club de atletismo al que pertenezco tenían intención de inscribirse en esta locura. A partir de ahí todo ha sido un reguero de largas tiradas y un contador atrás que se encargaba de recordarme que cada vez esto estaba más cerca.

La mañana del día 7 empezó lluviosa y con la mala noticia de que Juan Pablo, uno de los 5 compañeros del equipo, no participaría muy a su pesar. La parte buena es que la previsión del tiempo daba sol a partir de las 2 del mediodía. Pasadas las 9 de la mañana llegamos a las proximidades del polideportivo donde nos quedaríamos a dormir después de la llegada a meta, y después de preparar las bolsas y vestirnos para la ocasión nos dirigimos a la salida, en el campo de futbol municipal.



La amenaza que presagiaba los cielos se hizo efectiva nada más entrar en el recinto. Empieza a llover. El asunto se ponía feo. Pero eso a mí ya me daba igual porque a mí ya los nervios se me habían ido. A las 11:00 de la mañana, nos dan el cañonazo de salida de la prueba entre vítores y aplausos de toda la gente que se encontraba reunida. Empieza el espectáculo.



Mi temor es llevar un ritmo más rápido de lo permitido por lo que en varias ocasiones me veo obligado a frenarle los pies a mi compañero de equipo José Manuel que se estrena en los 101. Los kilómetros pasan deprisa y pasamos de los primeros avituallamientos que están atestados de gente. A cada paso me vienen recuerdos de mi primera y única participación hasta la fecha. Vamos a buen ritmo y aprovechamos todas las bajadas para ir al trote. Poco a poco, llegamos al campo de Las Navetas donde nos cruzamos con el marchador que encabeza la carrera. Entramos en el primer puesto de control y nos sellan el pasaporte.



Continuamos por senderos de arena y tierra hasta llegar al avituallamiento del Circuito Ascari pasando directamente de él sin hacer colas y adelantar muchos puestos. Retomando el camino de salida del bucle del campo de Las Navetas nos cruzamos con marchadores que vienen ahora entrando. A la salida nos encontramos con mucha gente que nos anima. Con la gorra sahariana y la mochila a la espalda me hacen sentir como un auténtico ultrafondista. Les levanto el dedo en señal de victoria y les doy las gracias.



Siguen pasando los kilómetros, y nos centramos en llegar a Arriate que es el primer pueblo de paso. Pero sobre todo lo que viene a continuación: la cuesta de los cochinos. La cuesta de los cochinos es la primera tachuela de importancia del recorrido. En la última edición vi corredores retirándose en este punto. Este año la meteorología nos ha acompañado y la subida se ha hecho más llevadera. Pasados este trance, nuestro equipo que es un trío llega al cortijo que se encuentra al final de la subida y yo aprovecho para cambiarme de calcetines. Primera ampolla pero no le doy importancia. El siguiente pueblo de paso es Alcalá del Valle. Por aquí no habíamos pasado en la última edición así que aprovechamos para hacer una visita. Allí nos encontramos un puesto de avituallamiento y al poco el puesto de control. Mientras esperamos a mi compañero Juanma aprovechamos para estirar junto a un vehículo en lo que un marchador que pasa me dice socarrón “vigila la fuerza que vas meter el coche dentro de la casa”. A la salida de Alcalá tenemos que subir otra “tachuela” que cortaba la respiración y con la que no contábamos. Me siento bien y con ganas de correr a pesar de que las molestias en la rodilla ya me empiezan a aparecer, cosa que a estas alturas no me sorprende.



En Setenil recogemos la primera mochila donde van los bastones y hacemos la primera parada para comer y cambiarnos de ropa. La ampolla ha aumentando de tamaño y encima el revoltillo de comida que nos dan no lo digiero bien.



La parada excesivamente larga me anquilosa las piernas y a todos nos cuesta arrancar. Nos dirigimos hacia el cuartel de la Legión pero antes tenemos que hacer una bajada infernal que pone a prueba mis rodillas que ahora ya si se encuentran tocadas. En el primer avituallamiento que me encuentro pido que apliquen réflex y a mis compañeros de equipo les aplican una pomada. Va cayendo la tarde y el sol se va retirando, pero nosotros nos empeñamos en llegar de día al cuartel llegando a alcanzarlo sin hacer uso del frontal. Entramos por el arco que nos da la bienvenida al cuartel de La Legión y nos hacemos las fotos de rigor. Ya en el comedor, tomamos asiento y comemos lo que podemos. A mí no me entra mucho pero a Juanma y José Manuel son unas limas.



Mientras comíamos oímos un estruendo. Un corredor había caído a plomo de su asiento al suelo y tuvo que ser asistido por los médicos que supongo no lo dejarían seguir es esas condiciones. Esto da una imagen de la dimensión de esta prueba. Nosotros nos cambiamos, soltamos las mochilas y salimos con destino, ya de noche cerrada, a la ermita. La ermita nos es una subida, la ermita es una pared. Yo me voy quedando atrás, la bajada de ésta se me hace insufrible y con el resto de mis compañeros no me encontraría hasta el siguiente puesto de control.



Benaoján y Montejaque, son los siguientes pueblos de paso pero a esas horas más bien parecen pueblos fantasmas. Me reencuentro con ellos y nos dirigimos ya en busca de la cuesta del cachondeo que nos da la bienvenida a las calles de Ronda. Pero previo a esta cuesta tenemos que bajar, bajar, bajar y mi pierna izquierda me dice basta. Me cuesta muchísimo dar un paso en cualquier bajada, no puedo flexionar el pie porque tengo una tendinitis, pero eso entonces no lo sabía. Se acaba la bajada y empieza la subida, la puntilla que pone a prueba el espíritu de sacrificio de cada uno de nosotros y que se encarga de recordarte de donde te has metido, sólo dulcificada por el premio y el reconocimiento que nos espera en la meta. Poco a poco con la mirada clavada en el suelo y tirando de orgullo concluyo la subida y me vuelvo a reencontrar con los compañeros de equipo. Nos adentramos en las calles de Ronda y llegamos a la Alameda, donde nos reciben con aplausos a la voz de “campeones” y los caballeros legionarios nos dan la enhorabuena y nos obsequian con el “ladrillo”.16 horas y 44 minutos, puesto 63 en la clasificación general por equipos y robándole tiempo al reloj. ¡Esto toca celebrarlo con una cervecita bien fresca!.





El dolor es pasajero, el orgullo es para siempre.

No hay comentarios:

Publicar un comentario